Es un estándar aceptado en los equipos de trabajo de las organizaciones, lucrativas o no, que una de las mejores maneras de encontrar soluciones creativas a los problemas es mediante la técnica de la lluvia de ideas (brainstorming).
Sin embargo, desde que fue desarrollada por el innovador publicista estadounidense, Alex Faickney Osborn en la década del cuarenta del siglo pasado cuando servía en la firma BBDO, dicha herramienta ha venido en decadencia debido a los estilos de liderazgo autoritarios dominantes en muchos entornos laborales.
Hace unas semanas, mientras participaba en un curso de emprendedurismo e innovación, uno de los expositores criticaba la lluvia de ideas por ser un recurso clisé en los grupos de trabajo que buscan soluciones creativas. Aseguraba, que como herramienta había sido distorsionada por líderes y facilitadores incompetentes. No pude, estar más de acuerdo. Pero dada su resiliente popularidad ocho décadas después sugería buscar otros modelos. Si algo no sabe usarse bien, mejor desecharlo parecía ser su posición.
Sobre lo último, estoy en completo desacuerdo. Hay dos reglas claves en la obra clave de Osborn “Su poder creativo” publicada en 1948 que nunca deben ignorarse para que la lluvia de ideas sea creativa y eficaz. Primero, generar tantas ideas como sea posible y segundo, no criticar las ideas que emergen. La premisa básica subyacente es que las personas no están dispuestas a compartir sus ideas ante colaboradores o socios si van a ser criticadas. Siempre he respetado esta regla cuando organizamos reuniones de equipo.
Sin embargo, numerosos estudios en los últimos años han criticado la lluvia de ideas cuando su implementación va acompañada, a menudo, de reglas estandarizadas que generan al final menos ideas que los individuos.
El problema no es la lluvia de ideas sino la zona de comodidad en que caen casi todos los grupos, con el tiempo, fomentando un pensamiento colectivo homogeneizador. No obstante, investigadores en años recientes han propuesto estrategias para romper con la conformidad del pensamiento grupal y aprovechar la herramienta de la lluvia de ideas.
Con los años he identificado cinco problemas principales con el pensamiento grupal que reprimen el proceso para encontrar soluciones creativas mediante la técnica de la lluvia de ideas. En esta oportunidad, tras enunciar cada problema, propongo con base en mi experiencia y las investigaciones más recientes, soluciones que han demostrado su eficacia para liberar el poder de esta poderosa herramienta creativa.
PROBLEMA No 1
Desalentar
la disidencia. No
se permite a nadie debatir o criticar
una idea en una sesión de lluvia de ideas.
SOLUCIÓN: Fomentar el debate amistoso y la crítica sana. Sin embargo, establezca reglas de antemano, como no atacar personalmente a las personas, aclarar antes de criticar, usar frases como si tuviera una opinión diferente, etc.
PROBLEMA No 2
Hacer
del grupo un club masculino o femenino.
SOLUCIÓN: incluir un balance adecuado de hombres y mujeres, porque, en general, estas últimas tienen mayores habilidades de empatía e inteligencia emocional y pueden ofrecer perspectivas únicas.
PROBLEMA No 3
Solo
incluir su MAS (Mejores
Amigos por Siempre).
SOLUCIÓN: Incluya en su equipo de lluvia de ideas tanto personas con relaciones duraderas como novatos. Un estudio encontró que los equipos creativos detrás de los musicales de Broadway más exitosos incluían personas que se conocían desde hace mucho tiempo y novatos.
PROBLEMA No 4
Si
usted es el líder, comunica sus puntos de vista al comienzo de su sesión de
lluvia de ideas.
SOLUCIÓN: Si está facilitando la sesión, sea lo más neutral posible porque de lo contrario puede impedir que algunas personas compartan una buena idea porque temen entrar en conflicto con la suya. Y a la mayoría de la gente no le gusta estar en desacuerdo con su líder.
PROBLEMA No 5
Hacer
de la sesión de lluvia de ideas una experiencia seria, lineal y lógica.
SOLUCIÓN: Haga que la sesión sea divertida, original y lo más libre de reglas posible. Fomente la generación de ideas individuales, las ideas contrarias a la intuición y la distracción de la mente. Divagar la mente a menudo produce algunas de nuestras mayores percepciones.
Una lección imperecedera es aceptar con humildad que hay innovaciones que funcionan cuando se comprenden y adoptan con inteligencia y sensibilidad. No necesitamos abandonar una herramienta cuando da resultados, sino preguntarnos si funciona o no, y que responsabilidad nos cabe para que no sea eficaz.
Innovar no es cambiar de yegua a medio río, sino examinar, revitalizar y encontrar nuevas formas de aplicar lo que ya funciona con eficacia.
Juan Carlos Flores
Zúñiga, MA., CPLC, CSF

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