Una lección de vida en el ámbito laboral que nunca olvido es que lo que uno hace el viernes, especialmente desde una posición de autoridad, impacta la vida de quienes laboran a nuestro lado de maneras inimaginables y cómo reabastecemos integralmente nuestro ser. He tenido jefes de todo tipo, pero si pudiera dividirlos lo haría en dos grupos: Los que tiene inteligencia emocional y los que no.
Verán, un típico jefe sin inteligencia emocional suele ser profundamente inseguro e infeliz por lo que suele llamar la atención, criticar o atacar a un subordinado el viernes antes de terminar la jornada. Esto hará que la persona afectada pase un miserable fin de semana.
No obstante, los jefes inteligentes y sensibles usan el viernes para motivar y estimular a la gente a descansar y prepararse para una próxima semana productiva. Tienen claro que todo ser humano necesita reabastecer su alma: mente, cuerpo y espíritu durante el fin de semana.
Por ello, como líder de mi equipo nunca discuto, critico, juzgo o confrontó a nadie los viernes. Me parece que es lo correcto, ya que nuestras palabras y actos construyen mundos o los destruyen.
Prefiero mil veces guardarme una queja o una molestia con un subalterno y esperar a estar tranquilo para actuar con sabiduría y para edificación. Por eso, tampoco contesto correos, ni llamadas telefónicas de trabajo después de las 4 pm y menos los fines de semana.
SEA INTENCIONAL AL ESTABLECER LÍMITES
Necesitamos intencionalmente establecer límites saludables entre nuestro trabajo secular, y nuestra vida familiar. La meta es no vivir de forma compartimentalizada. Tengamos en cuenta que la salud emocional, espiritual, mental y física resulta solo del balance, y este no existe en las interacciones humanas a menos que se establezca y proteja intencionalmente cada día.
La vida compartimentalizada, en cambio, se refiere a la respuesta psicológica subconsciente o mecanismo de defensa que usamos para evitar disonancias cognitivas, o incomodidad mental y ansiedad causada por tratar de convivir con valores, emociones, creencias en conflicto en nuestro interior. El resultado es la compartimentalización de nuestras emociones, pensamientos, y conductas mediante estancos cerrados que producen eventualmente fracturas en nuestros comportamientos.
Una persona saludable emocional y espiritualmente busca el balance y no se siente culpable por establecer límites saludables entre su trabajo y su vida personal e interior. Cuando no lo hacemos caemos en la defensividad y proyectamos comportamientos conflictivos.
Coincido en que la vida secular y espiritual no deben ser compartimentalizadas, pero para lograrlo debemos desarrollar disciplinas espirituales que nos permitan dar el mejor tiempo a Dios durante el día para obtener la inteligencia, gracia y sabiduría que nos falta.
Juan Carlos Flores Zúñiga, M.A., BSc., CPLC, CSF