El término “Eureka” es una famosa interjección atribuida al matemático griego Arquímedes de Siracusa. La exclamación «eureka» es utilizada hoy en día como celebración de un descubrimiento, hallazgo o consecución que se busca con afán.
No obstante, se utiliza a menudo para describir algo muy buscado o perseguido con seriedad. Ya sea que sea un líder en un entorno ministerial o empresarial, los grandes líderes siempre están buscando formas de liderar mejor, saludable y productivamente, que le hagan exclamar “Eureka”.
Pero ¿existe algo así como una competencia para desarrollar un liderazgo saludable y eficaz que una vez descubierta nos haga exclamar “Eureka”? Probablemente no.
Sin embargo, recientemente aprendí sobre un concepto que,
aunque puede que no califique como la clave definitiva para un liderazgo
eficaz, y hacernos exclamar “Eureka” probablemente debería ser una competencia
que los líderes deberían desarrollar o afirmar más si ya la tienen. Se llama mentalidad de crecimiento.
Mentalidad de crecimiento versus mentalidad estática…
Recientemente llegó a mis manos el libro “Gracias por la
retroalimentación” (Thanks for the Feedback) de Sheila Heen y Douglas Stone por
recomendación de mi amigo y aliado Charles Stone. En una sección de este,
desmenuzan un concepto relacionado con nuestra identidad personal: mentalidad
de crecimiento versus mentalidad estática. En pocas palabras, los líderes con
mentalidad estática creen que sus habilidades y rasgos son estáticos y están determinados.
En cambio, los líderes con una mentalidad de crecimiento creen que son capaces
de crecer y cambiar constantemente.
Heen y Stone escriben sobre el estudio de la profesora Carol
Dweck en la Universidad de Stanford sobre cómo los niños afrontan el fracaso.
Utilizó un experimento de rompecabezas con niños. Hizo que un grupo de niños se
involucrara con rompecabezas cada vez más difíciles. Algunos niños se dieron
por vencidos. Y, para su sorpresa, algunos niños en realidad se involucraron
más cuanto más difíciles se volvían los rompecabezas.
Después de estos experimentos, habló con los niños. Los
niños que se dieron por vencidos sintieron que los rompecabezas más difíciles
los hacían parecer tontos. Sin embargo, los menores que persistieron creyeron que
los rompecabezas más difíciles los hicieron mejorar en la resolución de
rompecabezas y dijeron que su experiencia fue realmente divertida.
Ni el interés ni la aptitud hicieron una diferencia en sus
respuestas. En el caso de aquellos que se detuvieron, asumieron que su
habilidad para resolver rompecabezas era un rasgo estático. Los niños que
persistieron sintieron que su capacidad para resolver rompecabezas era un rasgo
flexible y creyeron que podían cambiar y crecer.
Dweck explicó que los niños que se negaron a dejar de
hacerlo no sentían que estaban fracasando, aunque no pudieran resolver todos
los rompecabezas. Creían que estaban aprendiendo. Para ellos, el rompecabezas
era más como un entrenador y menos como un referéndum sobre sus habilidades o
inteligencia.
Al leer este fascinante estudio, llama la atención lo
importante que es una mentalidad de crecimiento para un liderazgo eficaz. Si
sentimos que nuestras competencias y habilidades son estáticas, que son las
mismas con las que nacimos, no creceremos personalmente ni crecerá nuestro
liderazgo.
Sin embargo, cuando
enfrentamos desafíos difíciles y creemos que Dios nos ha dado la capacidad de
crecer y desarrollarnos, nos convertiremos en líderes más efectivos.
COMO DESARROLLAR UNA MENTALIDAD DE CRECIMIENTO
1. Sea consciente de las historias que nos contamos a
nosotros mismos.
El término metacognición significa pensar en lo que estamos
pensando. La próxima vez que se enfrente a un desafío de liderazgo difícil,
haga una pausa y escuche su diálogo interno (practique la metacognición). ¿Las
historias que se cuenta a sí mismo reflejan una mentalidad estática o de
crecimiento? Haga lo mismo cuando trabaje con otros. Escuche las historias que
se cuenta a sí mismo sobre ellos.
2. Reconozca que un sentimiento de ansiedad sobre un desafío
de liderazgo no implica que le falte fe o que no tenga lo necesario.
Nuestros cerebros están programados para no gustar de la
incertidumbre. Cuando enfrentamos un desafío de liderazgo incierto, el centro
de lucha y huida de nuestro cerebro libera hormonas en nuestro torrente sanguíneo
y neurotransmisores en nuestro cerebro. Esto da como resultado emociones
desagradables que sentimos, como la ansiedad. Recuerde que los desafíos de
liderazgo son inciertos y que sentirse un poco ansioso es normal. No tiene nada
que ver con su capacidad para manejar el desafío.
3. Incluya el aprendizaje como una meta cuando se enfrenta a
un desafío de liderazgo.
Cuando enfrentamos un desafío de liderazgo, ciertamente
queremos resolver el problema o superar el desafío. Sin embargo, la próxima vez
que se enfrente al desafío, incluya como una medida de éxito lo que realmente
aprende sobre usted mismo y el área problemática. El aprendizaje puede ser más
útil en el largo plazo que resolver el problema.
4. No tema al fracaso.
La posibilidad de fracasar nunca debe impedirnos enfrentar
nuevos desafíos en la vida o el liderazgo. El profeta Isaías abordó el miedo
cuando escribió estas palabras.
“Así que no temas, porque yo estoy contigo; no desmayes,
porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; Yo te sostendré con la
diestra de mi justicia”. (Isaías 41.10)
Por lo tanto, una mentalidad de crecimiento puede que como competencia no parezca novedosa pero sin duda nos puede hacer exclamar “Eureka” al hacer una profunda diferencia en la manera que liderazmos para ser saludables y eficaces.
Hasta la próxima
MA. Juan Carlos Flores Zúñiga, CPLC, CSF
