miércoles, 12 de febrero de 2025

Escuche y este presente para liderar saludable y eficazmente

Casi todo líder conoce la importancia de escuchar bien a otros para poder ser escuchado bien.  Es el viejo concepto de la empatía que supone ponerse en los zapatos de la otra persona con la que nos queremos comunicar sin que ello implique que estemos de acuerdo éticamente con su perspectiva, sino que simplemente comprendemos lo que quiere compartir o comunicar.  No obstante, comunicarse eficazmente no equivale a estar de acuerdo. 

El propósito último de toda comunicación es conocer o comprendernos mutuamente, no necesariamente estar de acuerdo. Sin embargo, la mayoría de los líderes, que viven más en el espacio de la esclavitud de lo urgente, que en la libertad de priorizar lo importante pasan por alto ese principio. Por ello, en lugar de la empatía optan por la superficial simpatía, donde podemos ser parte de una conversación, pero realmente no estar presentes.

Escuchar atentamente y estar presente integralmente son caras de la misma moneda. La importancia de esta competencia para el líder es innegable como sostiene el estudioso Douglas Steere quien afirma en su obra “Sobre escuchar al otro”, “Escuchar el alma de otro… tal vez sea el más grande servicio que un ser humano pueda dar a otra persona.” 

Y su colega David Augsburger, agrega lo siguiente, “Ser escuchado es tan cercano a ser amado que para la persona promedio son casi indistinguibles.”


CUATRO NIVELES DE ESCUCHA

Uno de los pioneros en el ámbito de la escucha atenta, Ralph Nichols, ha escrito que una de las mayores habilidades que un líder puede desarrollar es aprender a escuchar bien. Hacemos un gran cumplido a los demás cuando escuchamos, afirmamos el valor dado por Dios a los demás cuando escuchamos y desarrollamos nuestro propio corazón cuando escuchamos.

La más básica de todas las necesidades humanas es la necesidad de ser comprendido. No obstante, la mejor manera de comprender a las personas es escucharlas. Pero, la escucha ocurre en cuatro niveles que describo seguidamente:

Nivel 1: Escuchar A… Escucha interna. En este nivel, cuando escuchamos a los demás, escuchamos principalmente nuestro diálogo interno, pensamientos, sentimientos y lo que planeamos decir una vez que la otra persona haya terminado de hablar. Nos centramos en nosotros mismos, en nuestras conclusiones, en nuestros pensamientos sobre la persona o el tema de conversación y en lo que el tema significa para nosotros. Lamentablemente, la mayor parte de la escucha que practicamos se produce en este nivel, en el que tendemos a centrarnos en nosotros mismos.

Nivel 2: escuchar PARA… escuchar con atención. En este nivel empezamos a escuchar de forma auténtica mientras nos centramos en lo que la otra persona está diciendo. Nos centramos en su diálogo y suprimimos nuestra tentación de corregir, dar nuestra opinión, dar consejos u ofrecer otra perspectiva tan pronto como termina. Nos volvemos verdaderamente presentes y le damos a la otra persona el regalo de ser comprendidos.

Nivel 3: escuchar CON… escuchar intuitivamente. En este nivel prestamos atención a lo que no se está diciendo a través de estas señales: inflexión, pausas, cambios de tono y energía, los ojos y el lenguaje corporal. Escuchamos con nuestro instinto y permitimos que la intuición hable a nuestra alma.

Nivel 4: escuchar espiritualmente. Este es el nivel más profundo, en el que combinamos lo que la persona está diciendo o no diciendo con una apertura a lo que el Espíritu de Dios nos está diciendo. Este nivel requiere de gran disciplina y concentración, pero ofrece a los pastores y líderes ministeriales una manera de convertirse en canales de la gracia de Dios para los demás. 

COMPONENTES PARA ESCUCHAR BIEN

Tras identificar los cuatro niveles de escucha, pregúntese en cuál se encuentra. Si quiere mejorar a partir de su nivel actual e incrementar gradualmente su competencia presentamos dos componentes indispensables para lograrlo: la sintonización y la presencia atenta.

La Sintonización es – poner atención al lenguaje corporal de la persona, así como también a sus palabras.  Por ejemplo, me sintonizo con la cara de otra persona con la que me relaciono, me sintonizo con sus ojos, me sintonizo con el encogimiento de sus hombros, me sintonizo con el tono de su voz. Mucho de lo que él o ella es se comunica a través de esos componentes. 

Se dice que muchos de nosotros escuchamos como si jugáramos ajedrez.  Tú dices algo, y yo me voy preparando para mi próxima jugada y luego reaccionas a eso. 

La habilidad de sintonizar no es como el ajedrez en que puedes imaginar tu próxima movida. Más bien se parece mucho más al juego de las charadas.  Donde tengo que poner atención integralmente a todo lo que está pasando corporalmente.

Mediante la sintonización quiero estar conectado con la otra persona para que ella se sienta sentida por mí y viceversa. No obstante, la meta es que la persona se sienta “percibida” por el que escucha.

Esto es claramente contracultural porque la tendencia del entorno es tratar a las personas como si fueran objetos, medios para alcanzar un fin. Bajo esta tónica la comunicación es meramente transaccional.  

Las tratamos igual que como usamos un cepillo de dientes o un auto para llevarnos a algún lugar.  La gente es como resultado cosificado.

El segundo componente es estar realmente presente y atento a lo que la otra persona intercambia en sus distintos mensajes verbales y no verbales. Hay varios términos que se han adoptado para referirse a estar presente en la conversación uno es “mindfulness” y el otro “escuchar atentamente”. Pero ambos, dependen de nuestra capacidad para sintonizarnos con la otra persona.      

Por ello, escuchar bien (sintonizarse y estar presente y atento) es una de las competencias más cruciales que un líder puede desarrollar y usar. No obstante, los líderes que escuchan bien lideran bien.

Ser intencional no es suficiente. Se requiere un cambio de paradigma que responda a la sustitución de malos hábitos por buenos hábitos como escucha.



IDENTIFIQUE LOS MALOS HÁBITOS

La siguiente lista de malos hábitos presentes en la comunicación diaria, pretende que usted haga una verificación mental y tome una decisión intencional y diaria por sustituirlos con hábitos de sintonizarse y estar atento y presente. 

Recuerde, que el primer paso para cambiar el paradigma de como escuchamos deficientemente inicia con una toma de conciencia de los malos hábitos que fomentan los patrones de la comunicación ineficaz.

La autora, Lisa J. Downs, quien es experta en escuchar, y expresidente de la Sociedad Estadounidense de Entrenamiento y Desarrollo cree que la siguiente lista reúne once de nuestros peores hábitos al escuchar.
  • Soñar despierto: Pensar sobre temas no relacionados con la conversación cuando alguien más está hablando.
  • Debatir internamente: Argumentar en nuestro interior sobre lo que se está diciendo.
  • Juzgar: permite que perspectivas negativas nos influyan.
  •  Solución de problemas: Anhelo de dar un consejo no solicitado.
  •  Seudoescucha: Pretender que uno es un buen escucha.
  • Ensayar: planear lo que uno va a decir seguidamente antes de la que otra persona concluya.
  •  Acapar la escena: redirigir la conversación conforme a nuestras propias metas.
  • Emboscar: reunir información para usar contra la otra persona.
  • Escuchar selectivamente: solo responder partes de la conversación que nos interesan.
  • Escuchar defensivamente: tomar todo lo que se dice como algo personal o un ataque personal.
  • Escuchar evasivamente: Bloquear todo aquello que no queramos escuchar.
¿Cuántos de estos malos hábitos al escuchar se han vuelto patrones inadvertidos en sus conversaciones diarias como líder?
  1. Pida a un amigo cercano su retroalimentación sobre cuán bien escucha usted.
  2. Conforme escucha a alguien, monitoree sus pensamientos para identificar los malos hábitos antes de que se deslicen en la conversación. El término para monitorear sus pensamientos es llamado metacognición, pensar sobre lo que piensa.
  3. Simplemente hable menos. El acróstico PEH puede ayudarle a escuchar mejor y hablar menos: Significa ¿Por qué Estoy Hablando?
  4. Lea el libro Las Palabras Pueden Cambiar su Cerebro escrito por Andrew Newberg y Mark Waldman. Es un libro revelador sobre la comunicación interpersonal que es de donde tomé la lista.
CONSEJOS PARA MEJORAR

Una lista de consejos antes de concluir tanto para el que habla como para el que escucha:

CONSEJOS PARA QUIEN ESCUCHA:

·       Preste su completa atención a quien habla.  Esto quiere decir que no trate de rebatir lo que escucha. 
·       Luego Póngase en los zapatos de quien habla. Va a sentir lo que él o ella siente. 
·       Luego Evite juzgar o interpretar. 
·       Entonces, Reflexione retrospectivamente tan precisamente como pueda sobre lo que ha escuchado decir a la otra persona
·       Cuando usted piense que han terminado, pregúnteles “¿Hay algo más que quiera decir?”
·       Cuando haya concluido, es muy importante que le pregunte, De todo lo que me ha compartido, ¿Qué es lo más importante que usted quiere que recuerde?”

CONSEJOS PARA QUIEN HABLA:

·         Recuerde primer que todo lo siguiente: Hable en primera persona “Yo”. ¿De acuerdo?
·         Segundo, Mantenga sus oraciones breves. Si necesita ayuda en esto pida a alguien de confianza que sea parte de la conversación que le toque ligeramente la espalda o el brazo. Eso le indicará detenerse, de otra manera no podría recordar todo lo que está diciendo. 
·         Deténgase para que la otra persona parafrasee lo que dijo, si es posible.
·         Siguiente, Incluya sentimientos cuando practique estar presente y escuchar atentamente. Es importante distinguir entre emociones y pensamientos. La mayoría intercambiamos pensamientos cuando hablamos.  De hecho, muchos usamos la palabra sentimientos cuando tenemos un pensamiento. Por ejemplo, decimos “Siento ganas de ir al cine esta noche”.  Eso no es emoción o sentimiento, ese es un pensamiento. ¿De acuerdo? 

    Quiero que lo recuerde.  

Si está decidido a mejorar como líder saludable y eficaz, recuerde ser intencional, tome conciencia de sus malos hábitos y cambie gradualmente un hábito a la vez ejercitandose al menos tres meses en cada nuevo hábito antes de pasar al siguiente.

Hasta la próxima

MA. Juan Carlos Flores Zúñiga, CPLC, ACC,CSF

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